Congelar las expensas

09.04.2013 08:35

En estos momentos nada está quedando fuera del raro influjo que produce la estampida del "dólar negro", "blue", "con liqui", "lechuga" o como mejor se le ocurra denominarlo a los gurúes de turno.

Pero no es el dólar, ni tampoco, como algunos creen, la inflación.

Si hay que buscar un causante original y directo, seguramente deberíamos dirigir nuestra mirada más inquisidora hacia el lado de la corrupción política sindical, que es la principal responsable de obligarnos a transitar, nuevamente, situaciones extremadamente anormales y perjudiciales en nuestra economía.

Es como si estuviésemos reviviendo las ya legendarias épocas del "rodrigazo", de las repetidas hiperinflaciones, de la tablita, de la 1050, del uno a uno, y del blindaje que supimos soportar estoicamente.

Y a pesar que aún seguimos visualizando gran parte de las terribles consecuencias que provocaron aquellas nefastas experiencias en todos y cada uno de los sectores de la sociedad argentina, parecería que para siempre estamos condenados (¿ó dispuestos?) a repetir nuestro sufrir.

Nuevamente todo vuelve a aumentar sorpresivamente de forma descontrolada y en fuerte proporción: el estacionamiento, las prepagas, el colegio, el subte, los alimentos, la ropa, el calzado, la peluquería, los combustibles, los materiales de construcción, el correo, los insumos de oficinas, el equipamiento tecnológico, los artículos de limpieza, el monotributo, los aportes a la seguridad social, los impuestos municipales, el diario, las revistas, la televisión por cable, y cualquier cosa que debamos pagar o se nos antoje o tengamos que comprar.

Nadie convoca a reunión, pide autorización, ni realiza consulta previa alguna para validar estos incrementos de precios.

Se imponen solos, sin pedir permiso, disculpas, ni perdón.

Con los aumentos ya está sucediendo algo similar a la casi plena aceptación de normalidad de la inseguridad (me robaron, me golpearon, ¡pero al menos no me mataron!).

El acostumbramiento hace que algunos se sientan hasta casi reconfortados cuando se anotician que el aumento que deben soportar no es del doble, es "apenas" de un 25 o 30%.

En este contexto es impensable que las expensas comunes puedan ser liquidadas, ni siquiera imaginadas, en forma de cuotas fijas por un par de meses o simplemente inalterables de un mes a otro.

Sin embargo en la mente de muchos consorcistas, y a pesar de vivir a diario las ingratitudes de los fuertes aumentos en todos los consumos y obligaciones de pago a su cargo, anida la peregrina idea que las expensas comunes de su edificio están excluidas de este mundo, y deben a pesar de todo seguir congeladas durante todo el año.

Y si no es así, la causa ya deja de ser la corrupción, la inflación, o el dólar y para ese tipo de consorcista encontrar el causante de todos sus males es más sencillo: la culpa siempre es del administrador del edificio.

Absurdo absoluto, que sólo se puede empardar con aquella otra sinrazón (o estupidez humana) que pretende cuestionar, desconocer o rechazar las moderadas actualizaciones semestrales de los honorarios y aranceles del administrador, como si éste no pudiese hacerlo por estar sometido o esclavizado a leyes consorciales no escritas, aunque a todas luces se aprecian como totalmente ajenas a la realidad económica de nuestro país.

Si todo aumenta, es lógico que también los honorarios y aranceles del administrador, junto a las expensas comunes de los consorcios, sufran las mismas consecuencias y por ende resulte imposible mantenerlas fijas.

Pretender lo contrario, simplemente podrá ser considerada una aspiración utópica más de aquellos que habitualmente, sin ninguna responsabilidad, vociferan contra el administrador y los Consejos de Propietarios en las asambleas por las reparaciones y mejoras que no se pudieron ejecutar en su edificio, pero que cuando se les solicita que voten a favor de un mayor aporte de dinero para afrontar esos gastos comunes, se excusan o directamente se oponen manifestando que no pueden por razones económicas personales.

Congelar las expensas comunes es una fantasía consorcial tan irracional, como pretender creer que con una medida gubernamental de control de precios, se puede ocultar el verdadero origen del problema en nuestro país: la corrupción, que también mata.

Ninguna disposición vinculada a la comunidad consorcial emanada del poder político sindical en los últimos diez años, ha sido dictada para ayudar a reducir o evitar mayores gastos en las expensas comunes de los edificios.

Al contrario, cada nueva disposición que se establece, presupone una mayor erogación a cargo del bolsillo del consorcista, para beneficio directo de los habituales "amigos del poder".

En particular en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que es el principal conglomerado urbano del país y que registra el mayor índice de propiedad horizontal de la región, desde el año 2003 a través de la promulgación del "mamarracho jurídico" que resultó ser la Ley 941 por la cual fue creado el Registro Público de Administradores de Consorcios de Propiedad Horizontal, hasta la fecha, con las sucesivas modificaciones de las leyes 3254 y 3291, la estructura de los gastos comunes incluidos en las expensas se han casi duplicado.

Es decir que al margen de los aumentos de precios que se verifican en forma escandalosa en los últimos meses, existe un problema aún mayor.

Los consorcios de propietarios a través de sus administraciones vienen absorbiendo desde aquel año, una serie interminable de nuevas imposiciones vía diferentes tipos de reglamentaciones, en muchos casos superpuestas, inconsultas, contradictorias y absolutamente ineficaces que demandan mayores erogaciones que deben ser recaudadas y sufragadas mediante las expensas comunes.

Los mentores del supuesto congelamiento de las expensas comunes, en lugar de malgastar energías en generar conflictos artificiales en sus propios edificios y contra sus administraciones, bien podrían realizar un aporte extraordinario a la comunidad consorcial, uniéndose ante las autoridades y exigiéndoles la lisa y llana derogación de la Ley 941 y sus modificatorias, como así también de todas aquellas otras reglamentaciones dictadas como consecuencia de la vigencia de la misma.

Con este simple hecho lograrían un efecto ampliamente beneficioso, aún mayor al pretendido congelamiento de las expensas, directamente harían posible una fuerte reducción permanente de los gastos comunes en los consorcios de propietarios.

Adm. Jorge A. Hernández

Revista Reunión de Administradores N° 264, Abril-2013